César trabaja como conserje. Tal vez no es el mejor trabajo del mundo, pero de este modo puede conocer a todos los inquilinos del lugar. Desde su posición puede estudiar sus vidas, sus movimientos, sus hábitos, descubrir sus puntos débiles y secretos. Además, si él quiere, puede llegar a controlarlos y manipularlos como si fuese un Dios. Porque César necesita herir a la gente. Lo único que le produce cierto placer en su desgraciada vida es causar dolor a los que le rodean y ver su sufrimiento. Este es su particular juego. Es su secreto. De entre todos los vecinos del edificio, tiene un interés especial por la inquilina del 3º B. César la convertirá en su principal objetivo y tornará su vida en una pesadilla...
César: Feliz. Ése es justo mi problema, que yo no puedo ser feliz. Nunca lo he sido. Y cuando me han pasado cosas buenas, no os podéis ni imaginar lo que es levantarse cada día sin ninguna motivación. Los esfuerzos que tengo que hacer para encontrar una razón, sólo una, para no mandarlo toda a la mierda. Os aseguro que pongo todo mi empeño en ello. Todo. Todos los días de mi vida.