Gente>Hayao Miyazaki
Hayao Miyazaki
- Japón
- ·
- 83 años (05-01-1941)
Hayao Miyazaki nació en Tokio el 5 de enero de 1941 en el seno de una familia dedicada al negocio de avionetas. El negocio marcó la vida del pequeño Miyazaki, pues, en posterioridad, se ha visto reflejado en las obras del director. De todas formas, fue en la escuela cuando realmente se aficionó al dibujo, decidiendo firmemente que cuando fuera adulto sería un mangaka a tiempo completo. Miyazaki, igual que otros niños, que con el tiempo se convertirían en mangakas reconocidos, había sido influenciado e ilusionado por el éxito, estilo y talante del nuevo manga que por esa época se estaba diseñando. Durante su adolescencia pasó mucho tiempo al lado de su madre, ya que esta estuvo enferma durante ocho años, lo que sirvió para que Miyazaki fuera practicando y evolucionando su estilo, siendo su fuerte cualquier aparato motorizado.
Aunque su (desmesurada) pasión por el dibujo y pintura fuera en aumento, acabó entrando en la Universidad de Gakushin, en los estudios de Ciencias Políticas y Económicas. Sin embargo, nunca abandonó sus cuadernos de dibujo, y en 1963, después de licenciarse, se presentó a los estudios Tōei Dōga, entrando como pintor de acetatos y dibujante. La Tōei Dōga (actualmente Tōei Animation) pertenecía a la Tōei Company Ltd., compañía nacida en 1951 que decidió explotar el producto animado, aún cuando las parrillas de televisión no estaban saturadas de este, a través de esta filial externa e independiente de la casa madre. La Tōei Dōga, que había absorbido la pequeña Shin Nihon Dōga, se abastecía de una fuerte estructura empresarial y profesionales especializados en el campo animado, que con el tiempo se han convertido en auténticos maestros de la animación japonesa, ya sea a través de la propia compañía, o de nuevos estudios y filiales, como el propio Miyazaki.
Su primer trabajo fue en Wan Wan Chūsingura (1963), rellenando parte de los acetatos que componían el filme, igual que con Ōkami Shōnen Ken, exitosa serie de TV de 86 episodios emitida entre 1963 y 1965, donde trabajó por primera vez con Isao Takahata, que con el tiempo pasó a ser de amigo a socio y fundador de su propia compañía: el Studio Ghibli. Por esa época también conoció a su futura esposa, Akemi Ōta, que por entonces trabajaba junto a él en muchas series que producía la Tōei Dōga. Poco a poco, Miyazaki pasó de ser un simple empleado a ser reconocido en toda la empresa, sobre todo al afiliarse al sindicato de trabajadores de la misma, hasta que finalmente logró un puesto como animador en la película dirigida por su amigo Isao Takahata: Taiyō no Ōji Hols no Daibōken (1968) en la que también interviene en la concepción escénica del filme. En España y en varios países europeos se conoce como Las aventuras de Hols, príncipe del sol. En Francia ha sido editada en DVD y es promocionada como una obra de Isao Takahata, hecho relevante pues en el país galo se valora (casi por igual) su obra a un nivel similar a la de Miyazaki.
Un año más tarde participó también como animador en el film Nagagutsu o Haita Neko (El Gato con Botas), un clásico con mayúsculas cuyo protagonista se convertiría más tarde en el logo de la propia productora. En España se comercializó en video en los años 80. La película original rodada en 1968 se basaba parcialmente en el cuento infantil de Charles Perrault, y fue una sorpresa en taquilla, sobre todo por tratarse de una película de dibujos animados, lo que generó dos secuelas (no inmediatas): Nagagutsu Sanjūshi (1972) y Nagagutsu wo Haita Neko 80 Nichikan Sekai Isshū (1976, inspirada en las aventuras nacidas de la mente de Julio Verne).
En 1968 también participó en el filme Sora Tobu Yūreisen, basado en una idea de Shōtarō Ishinomori, y en la que Miyazaki diseñó la escena del combate contra un robot, escena que ha podido ser apreciada por el público español ya que se ha emitido en algunas televisiones autonómicas.
Por esa época, decide recuperar su espíritu mangaka, algo olvidado por sus años de trabajo en la Tōei Dōga, y envía una obra suya a una revista para adolescentes: Sabaku no Tami (Las gentes del desierto, 1969) se convierte en su primer manga.
En 1971 empiezan los "movimientos migratorios" de Miyazaki a otras compañías, marchando de la Tōei Dōga, junto con Isao Takahata, a la A-Pro, compañía que les encargaría algunos proyectos que nunca vieron la luz, pero que les permitió viajar por Europa con el fin de recopilar dibujos y fotografías de paisajes para futuros productos animados. Durante este proceso de recopilación de datos entablará amistad con Yoshifumi Kondō, iniciando así una nueva y fructífera relación estrechamente profesional de por vida. Takahata consigue dirigir Panda Kopanda, un par de mediometrajes en los que Miyazaki participa como animador, escenarista y director gráfico; además de figurar en los títulos de crédito como guionista. En 1973 el trío emigra a la Zuiyō, compañía con ambiciones más allá de las fronteras niponas, iniciándose el proyecto "World Masterpiece Theater". Bajo este proyecto, y con la colaboración directa de Miyazaki, nacen Alps no Shōjo Heidi (Heidi, 1974) y Haha o Tazunete Sanzenri (Marco, de los Apeninos a los Andes, 1976), que con el paso de los años se convirtieron en las dos series más populares del estudio.
El periplo continuaría dos años más tarde cuando encuentra financiación para Mirai Shōnen Conan (Conan, el niño del futuro, 1978), un proyecto personal que en su día no fue visto con buenos ojos por los productores de la Tōei, pero sí por los de la Nippon Animation. Esta efectiva y revolucionaria serie de anime de 26 episodios fue dirigida por el propio Miyazaki, junto a Takahata y Tatsuo Ayakawa, con el soporte clave de Kondō como animador. La historia partía de la (hoy clásica) premisa de la posible destrucción del mundo por efecto directo del hombre, trasladándola a un futuro lejano; premisa que si bien en el siglo XXI ha sido superada, convertía la serie en un perfecto compendio de anticipación histórica y ciencia ficción. Un año más tarde, la serie sería reensamblada en una película de más de dos horas de duración a la que se añadiría un ending alternativo.
Finalmente, en 1979 Hayao Miyazaki se atreve con su primer largometraje, Rupan Sansei: Cagliostro no Shiro (Lupin III: el castillo de Cagliostro), una estupenda película animada producida por la Tōkyō Movie Shinsha cuya planificación, estructura y narración fueron alabadas por el mismo Steven Spielberg, que declaraba con mucha firmeza que la escena de persecución automovilística del principio del filme era la mejor filmada en toda la historia del cine.
A partir de estos momentos, el nombre de Miyazaki empieza a sonar más a menudo, considerándolo un nuevo valor del cine de animación, aunque obviamente sólo en su país de origen y EE. UU. Miyazaki pasó a ser de una joven promesa, con sus citadas intervenciones directas en series de alto calibre infantil como Heidi, Marco o Conan, a ser un cineasta evocador de una nueva estética animada, impulsor de una nueva narrativa (que se apartaba de la narración tradicional), y creador de imaginativas historias con una complejidad argumental poco vista hasta esos momentos. No era el único, ya que películas de la misma época como Uchū Senkan Yamato (1978) o Ginga Tetsudō 999 (1979), basadas en las sagas de Leiji Matsumoto, se intentaba dar una mayor complejidad a sus historias que las hacía mucho más propicias para un público adulto. De hecho, en la década de los setenta se hicieron los primeros intentos para romper con todo lo que se había hecho hasta el momento; en este aspecto, directores como Sadao Tsukioka (Ōkami Shōnen Ken), que después de abandonar la Tōei Dōga se atreve con algunas propuestas visuales que divergen con el anime convencional, o Renzō Kinoshita, que empieza sus labores de anime experimental, muy crítico con las dos bombas atómicas lanzadas en Hiroshima y Nagasaki, como por ejemplo la excelente Pica Don (1978). De todas formas, como primeros intentos de anime experimental es recomendable visionar algunas obras (principalmente cortometrajes) de Yōji Kuri.
Otro de sus grandes hitos, recordados vagamente en la mente de muchos espectadores de todo el mundo fue la serie Meitantei Holmes (Sherlock Holmes, 1982), estupenda recreación del mundo de Arthur Conan Doyle y su celebre personaje Sherlock Holmes, en la que participaría en media docena de episodios.
En ese mismo año, su manga Kaze no Tani no Nausicaä inicia su andadura en la revista Animage (editorial Tokuma), perdurando en sus páginas hasta 1994. Nausicaä se convirtió dos años más tarde, en 1984, en una película de animación de culto que fue adquirida rápidamente para su distribución internacional, eso sí, a golpe de tijeretazo por los mandamases distribuidores norteamericanos, lo que puso furiosas a las compañías inversoras del filme (Tokuma y Hakuhōdō), a la propia productora (Topcraft bajo la tutela de Tōru Hara) y naturalmente, al propio Miyazaki, que se negó rotundamente a volver a vender cualquier producción firmada con su nombre. Se ha especulado mucho sobre la autenticidad de esto, lo que queda claro es que esta ha sido una de las posibles causas que provocaron la laguna de sus obras en occidente durante aproximadamente diez años.
__________________ Los comienzos del estudio Ghibli
Fruto de la negativa experiencia de venta de los derechos de sus películas a Occidente, y dado los óptimos resultados de taquilla de Nausicaä, Miyazaki, junto con Takahata y Tōru Hara, deciden fundar su propia productora con tal de producir, gestionar y controlar sus propios animes sin ningún tipo de obstáculo. En 1985 se constituye el Studio Ghibli, nombre elegido por el propio Miyazaki homenajeando a los pilotos aéreos italianos que durante la Segunda Guerra Mundial, al pasar por el Sahara, eran sorprendidos por un fuerte viento caluroso que apodaron como Ghibli (pronunciado "jibli", con "j" inglesa de James o John).
El primer proyecto que aflora en la mente de Miyazaki es Tenkū no Shiro Lapüta (El Castillo en el Cielo, 1986), cuyo fantasioso relato serviría de eje principal para un prototipo de historia en el que los elementos visuales extravagantes, complejos e irreales serían el plato fuerte, siempre con una ajustada dosis de ternura, sabiduría y mucha imaginación. Naturalmente, cada historia iría variando en función de sus contenidos, aunque el reflejo por el mundo de la fantasía sin límites estaba siendo explotado cada vez más. En definitiva, así como en Nausicaä se partía de una historia fantástica, con personajes imposibles y mensaje directo emparentado con la ecología (pero ciertamente clasicista), a partir de Lapüta, se varía la temática y se idean propuestas que se escapan del racionalismo humano, no exentas de mensajes explícitos pero que se escapan del tono moralizador. Además, las resoluciones argumentales son mucho más divertidas, y se salvaguardan siempre la inocencia y la humanidad.
En la construcción del relato de Lapüta tampoco debemos olvidar la enorme labor de Takahata, que poco a poco también sobresaldría con interesantes propuestas como Yanagawa Horiwari Monogatari (1987) o la lacrimógena Hotaru no Haka (La Tumba de las Luciérnagas, 1988). A partir de entonces, Takahata se encargaría en los filmes dirigidos expresamente por Miyazaki en las tareas de producción, como bien demuestran Lapüta.
Otro dato importante relacionado con el nacimiento del Studio Ghibli y su primer largometraje, es el hecho de que Yoshifumi Kondō, antiguo amigo y colaborador de Miyazaki y Takahata, forma parte de la compañía, dando sus mejores frutos en Susurros del Corazón (1995). Kondō fue director de animación de producciones dirigidas por Miyazaki como Nicky, la aprendiza de Bruja y La princesa Mononoke. En 1998, justo después del lanzamiento nacional de esta última, fallece súbitamente, perdiendo así Miyazaki, no sólo a uno sus mejores profesionales, sino también a un viejo amigo. Otro detalle a retener es que el compositor Joe Hisaishi, que ya había trabajado en la partitura de Nausicaä, participando nuevamente en la música de Lapüta, termina por convertirse en el músico predilecto de Miyazaki.
Su siguiente propuesta, Tonari no Totoro (Mi vecino Totoro, 1988) sería la prueba definitiva que consagraría a Miyazaki como el director japonés que mejor conecta con el mundo de los pequeños (y no tan pequeños). Los simpáticos Totoros, visualmente de apariencia mística y monstruosa, se adueñarían de los corazones de los niños, y de sus hogares, ya que se desplegó una campaña de merchandising nunca antes vista en una película infantil.
En poco tiempo, Totoro sirvió de logo oficial para el Studio Ghibli, lo que confirmaría no solo el éxito del filme, sino el crecimiento de la propia compañía, en buena parte gracias a la campaña de explotación del producto mas allá de lo imaginado.
Su tercera película para el Studio Ghibli, Majo no Takkyūbin. En EE.UU fue distribuida con el nombre de Kiki's Delivery Service, y los distribuidores españoles de Buena Vista decidieron, para no recibir ninguna queja por parte de algún padre mal pensado, cambiar el nombre por Nikky, con lo que en España la película pasó a llamarse Nicky, la aprendiz de bruja. Esta película fue una de sus producciones más edulcoradas, sencillas y entretenidas; aunque esto no significa que eluda temas lo suficientemente interesantes como para no considerarla una obra de gran profundidad sentimental, argumental o narrativa. Lo que viene a explicar la película es la evolución de la época de la niñez a la adolescencia, y por consiguiente, el aumento de responsabilidades con uno mismo, así como el inicio de una maduración personal que debe constituir una vía de aprendizaje para cada individuo (ejemplificado en varios personajes del filme). De todos modos, el director optó por darle un tratamiento más superficial, decantándose por la simpática historia de una brujita que decide recorrer mundo, espabilarse e independizarse (precozmente), pero con el objetivo de aprender a moverse por la vida. Kiki obtuvo una recaudación muy por encima de las expectativas del propio director, demostrando una consolidación nacional de su obra, permitiendo al Studio Ghibli cambiar de local con tal de ubicarse en un sitio más grande, con más profesionales del sector y con una amplia capacidad empresarial. Esto supuso un cambio de estrategia para Miyazaki, ya que vio que la excelente recepción del público japonés ante sus películas le permitiría dedicarse mucho más tiempo a sus obras, mientras otros animadores realizaban otros animes (siguiendo los patrones del estudio) bajo el escudo empresarial de la compañía. Una capacidad que aún no alcanzaría sus mejores cuotas, pero que indicaba la subida de un estudio que se distanciaba a pasos agigantados de la forma empresarial y profesional de otras compañías que en esos momentos producían películas de animación a gran escala, como por ejemplo el estudio Madhouse.
Con todos estos cambios, llega una de las mejores películas, no sólo de Miyazaki y del estudio, sino de la animación japonesa: Kurenai no buta (Porco Rosso, 1992). La forma de presentar el filme lo asemeja más a una película de imagen real (ciertamente con parecidos de las viejas producciones francesas e italianas, y con un cierto encanto que recuerdan el clásico cine noir) que no a una película de dibujos animados convencional. Véase o compárese cualquier producto animado de factoría japonesa que deambulaba por esos momentos con Porco Rosso, que aun contando con una historia surgida de un cuento de hadas, se ostentaba de una forma realista (los movimientos, la estenografía y paisajes…), adulta (por sus diálogos) y majestuosa (muy trabajada narrativamente y rítmicamente).
Después de que Porco Rosso fuera descubierta en algunos festivales de cine, por curiosidad y relegada a secciones paralelas o alternativas, algunos distribuidores se dan cuenta del potencial de Miyazaki y de su estudio; buena prueba de ello es que en algunos países europeos, como el nuestro, se ceden los derechos de Porco Rosso para su pase en cines. De todos modos, Miyazaki seguía manteniendo su postura al respeto de la distribución de sus filmes, y prefería concentrarse en la elaboración de La Princesa Mononoke. La idea para la película en realidad surge de un viejo libro de ilustraciones que hizo en el año 1983, por lo tanto, el maestro se adapta a sí mismo, en tanto que recoge la esencia de una obra que, dada su envergadura, en esa época resultaba imposible adaptarla a la gran pantalla.
Aunque no lo parezca, Mononoke Hime es la primea película en que Miyazaki utiliza el soporte del ordenador. Siempre había preferido la utilización del acetato (o cell) tradicional para animar cada segundo y plano de una película, pero, viendo la complejidad de según que escenas, y teniendo en cuenta la rápida evolución del cine de animación mundial, optó por echar mano de la informática. Mononoke Hime se estrena en 1997 en los cines japoneses con resultados espectaculares en taquilla, pues llega a superar a E.T. The Extra-Terrestrial (Steven Spielberg, 1982) que hasta la fecha había sido la producción que más dinero había recaudado a nivel nacional. En ese instante, la mente empresarial (y comercial) del estudio y del mismo Miyazaki cambian, ya que llegan a un acuerdo con Buena Vista (un eslabón más bajo de la major Disney) para la distribución exclusiva universal de los productos de Ghibli, con un control directo sobre los mismos por parte del estudio. Además, la cinta fue propuesta para las nominaciones de los Oscar como mejor película extranjera, si bien al final solo se quedó en un intento por promocionar el anime de forma comercial y entendible para la mayoría de occidentales no iniciados en el tema. Si bien es cierto que no es la película de animación japonesa ideal, pues la complejidad del relato, siempre con esa visión de los kami (divinidades sintoístas) por encima del ser humano y de la naturaleza, oponiéndose radicalmente a la visión de la religión católica, no fueron propensas al entendimiento de la película, ni por los más pequeños ni por los más adultos. Lo único que podían apreciar las grandes masas era la magnificencia de la historia, apoyada por la excelente (y difícil) partitura de Joe Hisaishi, el sorprendente uso del color, y sobretodo la complejidad narrativa, que destruye la estructura lineal de la historia en todo momento.
Sin duda alguna, el agotamiento de Miyazaki después de realizar esta odisea medieval provocó la retirada temporal del director, dedicándose en exclusiva al proyecto del Museo Ghibli y a sus cortometrajes, que no abriría hasta el 1 de octubre de 2001. Durante este tiempo también le sirvió para refrescar su cabeza, intentando hallar nuevas ideas, y afrontando finalmente un nuevo proyecto: Sen to Chihiro no Kamikakushi (2001). Más conocida internacionalmente por El Viaje de Chihiro, poco se imaginaria Miyazaki que esta obra seria la más apreciada, conocida y valorada de toda su filmografía fuera de su país de origen, además de atraer de una vez por todas a un amplio público que solo conocía los dibujos animados de Disney o de DreamWorks. No es casual el éxito del filme, apoyado por una campaña (casi agresiva) por parte de Buena Vista, aunque es bien cierto que los logros visuales, argumentales y narrativos de Chihiro seducen a cualquier persona que la vea, quedando automáticamente rendida a sus pies.
Al contrario que La Princesa Mononoke, llena de referencias religiosas y folklóricas, El Viaje de Chihiro (que no esta exenta de ellas), es mucho más digerible que la anterior, pudiendo ser comprendida y disfrutada por todos los públicos
(salvaguardando las referencias autóctonas). Aun así, la fantasía que se desprende de sus imágenes es mas asimilable por el hecho de que se emparenta con la ofrecida por la factoría Disney, aunque sin la visión moralizadora, castradora o dogmática que normalmente ofrecen las películas de esta legendaria compañía. El Viaje de Chihiro emprendió su "World Tour" en 2002, ganando de entrada el Oso de Oro (compartido con otra película) en el "Festival de Cine de Berlín", un premio que nunca se había dado a un producto animado.
Sin duda alguna, El Viaje de Chihiro es una película clave dentro de la animación japonesa, no por su carácter revolucionario y perfeccionista (que lo es) sino por ser la producción que nuevamente ha marcado un antes y después en la historia del anime. Cuando fue estrenada Akira (Katsuhiro Ōtomo, 1988), esta se presentó como una producción futurista provinente de Japón, introduciendo (y mezclando) el concepto del manga con el del anime. Asimismo, se forjó un público que consumía cualquier cosa que tuviera un "estilo manga", a ser posible con un componente de acción gratuita, sin importar demasiado la calidad o nacionalidad del mismo. Las producciones de anime quedaban relegadas a ser meros productos de entretenimiento mal hechos (y siguen siéndolo muchos de ellos), por el simple hecho de que solo llegaban los comerciales, pornográficos o los que seguían la moda y criterio del público; marginándose claro está, los que realmente experimentaban con el lenguaje, jugaban con la narración, planteaban temas adultos o interesantes, y requerían de una mayor concentración por parte del público.
Y es que la consolidación de Miyazaki es evidente, pero como un buen niño que nunca se cansa de jugar, ha dado el salto definitivo con Howl's Moving Castle (2004), que viendo sus imágenes, podemos afirmar que sirve de resumen de toda su obra, recogiendo elementos visuales de todas sus películas. No es un tópico afirmar que el público siempre espera un poco más de sus obras, y que Miyazaki no defrauda jamás, sobre todo si vemos sus resultados finales. Howl's Moving Castle pertenecerá a esas obras que el público revisará con sumo agrado y nostalgia, por su trascendencia histórica (dentro del mundo del anime y del cine japonés) y por su vuelta a los orígenes.
Leer más...Aunque su (desmesurada) pasión por el dibujo y pintura fuera en aumento, acabó entrando en la Universidad de Gakushin, en los estudios de Ciencias Políticas y Económicas. Sin embargo, nunca abandonó sus cuadernos de dibujo, y en 1963, después de licenciarse, se presentó a los estudios Tōei Dōga, entrando como pintor de acetatos y dibujante. La Tōei Dōga (actualmente Tōei Animation) pertenecía a la Tōei Company Ltd., compañía nacida en 1951 que decidió explotar el producto animado, aún cuando las parrillas de televisión no estaban saturadas de este, a través de esta filial externa e independiente de la casa madre. La Tōei Dōga, que había absorbido la pequeña Shin Nihon Dōga, se abastecía de una fuerte estructura empresarial y profesionales especializados en el campo animado, que con el tiempo se han convertido en auténticos maestros de la animación japonesa, ya sea a través de la propia compañía, o de nuevos estudios y filiales, como el propio Miyazaki.
Su primer trabajo fue en Wan Wan Chūsingura (1963), rellenando parte de los acetatos que componían el filme, igual que con Ōkami Shōnen Ken, exitosa serie de TV de 86 episodios emitida entre 1963 y 1965, donde trabajó por primera vez con Isao Takahata, que con el tiempo pasó a ser de amigo a socio y fundador de su propia compañía: el Studio Ghibli. Por esa época también conoció a su futura esposa, Akemi Ōta, que por entonces trabajaba junto a él en muchas series que producía la Tōei Dōga. Poco a poco, Miyazaki pasó de ser un simple empleado a ser reconocido en toda la empresa, sobre todo al afiliarse al sindicato de trabajadores de la misma, hasta que finalmente logró un puesto como animador en la película dirigida por su amigo Isao Takahata: Taiyō no Ōji Hols no Daibōken (1968) en la que también interviene en la concepción escénica del filme. En España y en varios países europeos se conoce como Las aventuras de Hols, príncipe del sol. En Francia ha sido editada en DVD y es promocionada como una obra de Isao Takahata, hecho relevante pues en el país galo se valora (casi por igual) su obra a un nivel similar a la de Miyazaki.
Un año más tarde participó también como animador en el film Nagagutsu o Haita Neko (El Gato con Botas), un clásico con mayúsculas cuyo protagonista se convertiría más tarde en el logo de la propia productora. En España se comercializó en video en los años 80. La película original rodada en 1968 se basaba parcialmente en el cuento infantil de Charles Perrault, y fue una sorpresa en taquilla, sobre todo por tratarse de una película de dibujos animados, lo que generó dos secuelas (no inmediatas): Nagagutsu Sanjūshi (1972) y Nagagutsu wo Haita Neko 80 Nichikan Sekai Isshū (1976, inspirada en las aventuras nacidas de la mente de Julio Verne).
En 1968 también participó en el filme Sora Tobu Yūreisen, basado en una idea de Shōtarō Ishinomori, y en la que Miyazaki diseñó la escena del combate contra un robot, escena que ha podido ser apreciada por el público español ya que se ha emitido en algunas televisiones autonómicas.
Por esa época, decide recuperar su espíritu mangaka, algo olvidado por sus años de trabajo en la Tōei Dōga, y envía una obra suya a una revista para adolescentes: Sabaku no Tami (Las gentes del desierto, 1969) se convierte en su primer manga.
En 1971 empiezan los "movimientos migratorios" de Miyazaki a otras compañías, marchando de la Tōei Dōga, junto con Isao Takahata, a la A-Pro, compañía que les encargaría algunos proyectos que nunca vieron la luz, pero que les permitió viajar por Europa con el fin de recopilar dibujos y fotografías de paisajes para futuros productos animados. Durante este proceso de recopilación de datos entablará amistad con Yoshifumi Kondō, iniciando así una nueva y fructífera relación estrechamente profesional de por vida. Takahata consigue dirigir Panda Kopanda, un par de mediometrajes en los que Miyazaki participa como animador, escenarista y director gráfico; además de figurar en los títulos de crédito como guionista. En 1973 el trío emigra a la Zuiyō, compañía con ambiciones más allá de las fronteras niponas, iniciándose el proyecto "World Masterpiece Theater". Bajo este proyecto, y con la colaboración directa de Miyazaki, nacen Alps no Shōjo Heidi (Heidi, 1974) y Haha o Tazunete Sanzenri (Marco, de los Apeninos a los Andes, 1976), que con el paso de los años se convirtieron en las dos series más populares del estudio.
El periplo continuaría dos años más tarde cuando encuentra financiación para Mirai Shōnen Conan (Conan, el niño del futuro, 1978), un proyecto personal que en su día no fue visto con buenos ojos por los productores de la Tōei, pero sí por los de la Nippon Animation. Esta efectiva y revolucionaria serie de anime de 26 episodios fue dirigida por el propio Miyazaki, junto a Takahata y Tatsuo Ayakawa, con el soporte clave de Kondō como animador. La historia partía de la (hoy clásica) premisa de la posible destrucción del mundo por efecto directo del hombre, trasladándola a un futuro lejano; premisa que si bien en el siglo XXI ha sido superada, convertía la serie en un perfecto compendio de anticipación histórica y ciencia ficción. Un año más tarde, la serie sería reensamblada en una película de más de dos horas de duración a la que se añadiría un ending alternativo.
Finalmente, en 1979 Hayao Miyazaki se atreve con su primer largometraje, Rupan Sansei: Cagliostro no Shiro (Lupin III: el castillo de Cagliostro), una estupenda película animada producida por la Tōkyō Movie Shinsha cuya planificación, estructura y narración fueron alabadas por el mismo Steven Spielberg, que declaraba con mucha firmeza que la escena de persecución automovilística del principio del filme era la mejor filmada en toda la historia del cine.
A partir de estos momentos, el nombre de Miyazaki empieza a sonar más a menudo, considerándolo un nuevo valor del cine de animación, aunque obviamente sólo en su país de origen y EE. UU. Miyazaki pasó a ser de una joven promesa, con sus citadas intervenciones directas en series de alto calibre infantil como Heidi, Marco o Conan, a ser un cineasta evocador de una nueva estética animada, impulsor de una nueva narrativa (que se apartaba de la narración tradicional), y creador de imaginativas historias con una complejidad argumental poco vista hasta esos momentos. No era el único, ya que películas de la misma época como Uchū Senkan Yamato (1978) o Ginga Tetsudō 999 (1979), basadas en las sagas de Leiji Matsumoto, se intentaba dar una mayor complejidad a sus historias que las hacía mucho más propicias para un público adulto. De hecho, en la década de los setenta se hicieron los primeros intentos para romper con todo lo que se había hecho hasta el momento; en este aspecto, directores como Sadao Tsukioka (Ōkami Shōnen Ken), que después de abandonar la Tōei Dōga se atreve con algunas propuestas visuales que divergen con el anime convencional, o Renzō Kinoshita, que empieza sus labores de anime experimental, muy crítico con las dos bombas atómicas lanzadas en Hiroshima y Nagasaki, como por ejemplo la excelente Pica Don (1978). De todas formas, como primeros intentos de anime experimental es recomendable visionar algunas obras (principalmente cortometrajes) de Yōji Kuri.
Otro de sus grandes hitos, recordados vagamente en la mente de muchos espectadores de todo el mundo fue la serie Meitantei Holmes (Sherlock Holmes, 1982), estupenda recreación del mundo de Arthur Conan Doyle y su celebre personaje Sherlock Holmes, en la que participaría en media docena de episodios.
En ese mismo año, su manga Kaze no Tani no Nausicaä inicia su andadura en la revista Animage (editorial Tokuma), perdurando en sus páginas hasta 1994. Nausicaä se convirtió dos años más tarde, en 1984, en una película de animación de culto que fue adquirida rápidamente para su distribución internacional, eso sí, a golpe de tijeretazo por los mandamases distribuidores norteamericanos, lo que puso furiosas a las compañías inversoras del filme (Tokuma y Hakuhōdō), a la propia productora (Topcraft bajo la tutela de Tōru Hara) y naturalmente, al propio Miyazaki, que se negó rotundamente a volver a vender cualquier producción firmada con su nombre. Se ha especulado mucho sobre la autenticidad de esto, lo que queda claro es que esta ha sido una de las posibles causas que provocaron la laguna de sus obras en occidente durante aproximadamente diez años.
__________________ Los comienzos del estudio Ghibli
Fruto de la negativa experiencia de venta de los derechos de sus películas a Occidente, y dado los óptimos resultados de taquilla de Nausicaä, Miyazaki, junto con Takahata y Tōru Hara, deciden fundar su propia productora con tal de producir, gestionar y controlar sus propios animes sin ningún tipo de obstáculo. En 1985 se constituye el Studio Ghibli, nombre elegido por el propio Miyazaki homenajeando a los pilotos aéreos italianos que durante la Segunda Guerra Mundial, al pasar por el Sahara, eran sorprendidos por un fuerte viento caluroso que apodaron como Ghibli (pronunciado "jibli", con "j" inglesa de James o John).
El primer proyecto que aflora en la mente de Miyazaki es Tenkū no Shiro Lapüta (El Castillo en el Cielo, 1986), cuyo fantasioso relato serviría de eje principal para un prototipo de historia en el que los elementos visuales extravagantes, complejos e irreales serían el plato fuerte, siempre con una ajustada dosis de ternura, sabiduría y mucha imaginación. Naturalmente, cada historia iría variando en función de sus contenidos, aunque el reflejo por el mundo de la fantasía sin límites estaba siendo explotado cada vez más. En definitiva, así como en Nausicaä se partía de una historia fantástica, con personajes imposibles y mensaje directo emparentado con la ecología (pero ciertamente clasicista), a partir de Lapüta, se varía la temática y se idean propuestas que se escapan del racionalismo humano, no exentas de mensajes explícitos pero que se escapan del tono moralizador. Además, las resoluciones argumentales son mucho más divertidas, y se salvaguardan siempre la inocencia y la humanidad.
En la construcción del relato de Lapüta tampoco debemos olvidar la enorme labor de Takahata, que poco a poco también sobresaldría con interesantes propuestas como Yanagawa Horiwari Monogatari (1987) o la lacrimógena Hotaru no Haka (La Tumba de las Luciérnagas, 1988). A partir de entonces, Takahata se encargaría en los filmes dirigidos expresamente por Miyazaki en las tareas de producción, como bien demuestran Lapüta.
Otro dato importante relacionado con el nacimiento del Studio Ghibli y su primer largometraje, es el hecho de que Yoshifumi Kondō, antiguo amigo y colaborador de Miyazaki y Takahata, forma parte de la compañía, dando sus mejores frutos en Susurros del Corazón (1995). Kondō fue director de animación de producciones dirigidas por Miyazaki como Nicky, la aprendiza de Bruja y La princesa Mononoke. En 1998, justo después del lanzamiento nacional de esta última, fallece súbitamente, perdiendo así Miyazaki, no sólo a uno sus mejores profesionales, sino también a un viejo amigo. Otro detalle a retener es que el compositor Joe Hisaishi, que ya había trabajado en la partitura de Nausicaä, participando nuevamente en la música de Lapüta, termina por convertirse en el músico predilecto de Miyazaki.
Su siguiente propuesta, Tonari no Totoro (Mi vecino Totoro, 1988) sería la prueba definitiva que consagraría a Miyazaki como el director japonés que mejor conecta con el mundo de los pequeños (y no tan pequeños). Los simpáticos Totoros, visualmente de apariencia mística y monstruosa, se adueñarían de los corazones de los niños, y de sus hogares, ya que se desplegó una campaña de merchandising nunca antes vista en una película infantil.
En poco tiempo, Totoro sirvió de logo oficial para el Studio Ghibli, lo que confirmaría no solo el éxito del filme, sino el crecimiento de la propia compañía, en buena parte gracias a la campaña de explotación del producto mas allá de lo imaginado.
Su tercera película para el Studio Ghibli, Majo no Takkyūbin. En EE.UU fue distribuida con el nombre de Kiki's Delivery Service, y los distribuidores españoles de Buena Vista decidieron, para no recibir ninguna queja por parte de algún padre mal pensado, cambiar el nombre por Nikky, con lo que en España la película pasó a llamarse Nicky, la aprendiz de bruja. Esta película fue una de sus producciones más edulcoradas, sencillas y entretenidas; aunque esto no significa que eluda temas lo suficientemente interesantes como para no considerarla una obra de gran profundidad sentimental, argumental o narrativa. Lo que viene a explicar la película es la evolución de la época de la niñez a la adolescencia, y por consiguiente, el aumento de responsabilidades con uno mismo, así como el inicio de una maduración personal que debe constituir una vía de aprendizaje para cada individuo (ejemplificado en varios personajes del filme). De todos modos, el director optó por darle un tratamiento más superficial, decantándose por la simpática historia de una brujita que decide recorrer mundo, espabilarse e independizarse (precozmente), pero con el objetivo de aprender a moverse por la vida. Kiki obtuvo una recaudación muy por encima de las expectativas del propio director, demostrando una consolidación nacional de su obra, permitiendo al Studio Ghibli cambiar de local con tal de ubicarse en un sitio más grande, con más profesionales del sector y con una amplia capacidad empresarial. Esto supuso un cambio de estrategia para Miyazaki, ya que vio que la excelente recepción del público japonés ante sus películas le permitiría dedicarse mucho más tiempo a sus obras, mientras otros animadores realizaban otros animes (siguiendo los patrones del estudio) bajo el escudo empresarial de la compañía. Una capacidad que aún no alcanzaría sus mejores cuotas, pero que indicaba la subida de un estudio que se distanciaba a pasos agigantados de la forma empresarial y profesional de otras compañías que en esos momentos producían películas de animación a gran escala, como por ejemplo el estudio Madhouse.
Con todos estos cambios, llega una de las mejores películas, no sólo de Miyazaki y del estudio, sino de la animación japonesa: Kurenai no buta (Porco Rosso, 1992). La forma de presentar el filme lo asemeja más a una película de imagen real (ciertamente con parecidos de las viejas producciones francesas e italianas, y con un cierto encanto que recuerdan el clásico cine noir) que no a una película de dibujos animados convencional. Véase o compárese cualquier producto animado de factoría japonesa que deambulaba por esos momentos con Porco Rosso, que aun contando con una historia surgida de un cuento de hadas, se ostentaba de una forma realista (los movimientos, la estenografía y paisajes…), adulta (por sus diálogos) y majestuosa (muy trabajada narrativamente y rítmicamente).
Después de que Porco Rosso fuera descubierta en algunos festivales de cine, por curiosidad y relegada a secciones paralelas o alternativas, algunos distribuidores se dan cuenta del potencial de Miyazaki y de su estudio; buena prueba de ello es que en algunos países europeos, como el nuestro, se ceden los derechos de Porco Rosso para su pase en cines. De todos modos, Miyazaki seguía manteniendo su postura al respeto de la distribución de sus filmes, y prefería concentrarse en la elaboración de La Princesa Mononoke. La idea para la película en realidad surge de un viejo libro de ilustraciones que hizo en el año 1983, por lo tanto, el maestro se adapta a sí mismo, en tanto que recoge la esencia de una obra que, dada su envergadura, en esa época resultaba imposible adaptarla a la gran pantalla.
Aunque no lo parezca, Mononoke Hime es la primea película en que Miyazaki utiliza el soporte del ordenador. Siempre había preferido la utilización del acetato (o cell) tradicional para animar cada segundo y plano de una película, pero, viendo la complejidad de según que escenas, y teniendo en cuenta la rápida evolución del cine de animación mundial, optó por echar mano de la informática. Mononoke Hime se estrena en 1997 en los cines japoneses con resultados espectaculares en taquilla, pues llega a superar a E.T. The Extra-Terrestrial (Steven Spielberg, 1982) que hasta la fecha había sido la producción que más dinero había recaudado a nivel nacional. En ese instante, la mente empresarial (y comercial) del estudio y del mismo Miyazaki cambian, ya que llegan a un acuerdo con Buena Vista (un eslabón más bajo de la major Disney) para la distribución exclusiva universal de los productos de Ghibli, con un control directo sobre los mismos por parte del estudio. Además, la cinta fue propuesta para las nominaciones de los Oscar como mejor película extranjera, si bien al final solo se quedó en un intento por promocionar el anime de forma comercial y entendible para la mayoría de occidentales no iniciados en el tema. Si bien es cierto que no es la película de animación japonesa ideal, pues la complejidad del relato, siempre con esa visión de los kami (divinidades sintoístas) por encima del ser humano y de la naturaleza, oponiéndose radicalmente a la visión de la religión católica, no fueron propensas al entendimiento de la película, ni por los más pequeños ni por los más adultos. Lo único que podían apreciar las grandes masas era la magnificencia de la historia, apoyada por la excelente (y difícil) partitura de Joe Hisaishi, el sorprendente uso del color, y sobretodo la complejidad narrativa, que destruye la estructura lineal de la historia en todo momento.
Sin duda alguna, el agotamiento de Miyazaki después de realizar esta odisea medieval provocó la retirada temporal del director, dedicándose en exclusiva al proyecto del Museo Ghibli y a sus cortometrajes, que no abriría hasta el 1 de octubre de 2001. Durante este tiempo también le sirvió para refrescar su cabeza, intentando hallar nuevas ideas, y afrontando finalmente un nuevo proyecto: Sen to Chihiro no Kamikakushi (2001). Más conocida internacionalmente por El Viaje de Chihiro, poco se imaginaria Miyazaki que esta obra seria la más apreciada, conocida y valorada de toda su filmografía fuera de su país de origen, además de atraer de una vez por todas a un amplio público que solo conocía los dibujos animados de Disney o de DreamWorks. No es casual el éxito del filme, apoyado por una campaña (casi agresiva) por parte de Buena Vista, aunque es bien cierto que los logros visuales, argumentales y narrativos de Chihiro seducen a cualquier persona que la vea, quedando automáticamente rendida a sus pies.
Al contrario que La Princesa Mononoke, llena de referencias religiosas y folklóricas, El Viaje de Chihiro (que no esta exenta de ellas), es mucho más digerible que la anterior, pudiendo ser comprendida y disfrutada por todos los públicos
(salvaguardando las referencias autóctonas). Aun así, la fantasía que se desprende de sus imágenes es mas asimilable por el hecho de que se emparenta con la ofrecida por la factoría Disney, aunque sin la visión moralizadora, castradora o dogmática que normalmente ofrecen las películas de esta legendaria compañía. El Viaje de Chihiro emprendió su "World Tour" en 2002, ganando de entrada el Oso de Oro (compartido con otra película) en el "Festival de Cine de Berlín", un premio que nunca se había dado a un producto animado.
Sin duda alguna, El Viaje de Chihiro es una película clave dentro de la animación japonesa, no por su carácter revolucionario y perfeccionista (que lo es) sino por ser la producción que nuevamente ha marcado un antes y después en la historia del anime. Cuando fue estrenada Akira (Katsuhiro Ōtomo, 1988), esta se presentó como una producción futurista provinente de Japón, introduciendo (y mezclando) el concepto del manga con el del anime. Asimismo, se forjó un público que consumía cualquier cosa que tuviera un "estilo manga", a ser posible con un componente de acción gratuita, sin importar demasiado la calidad o nacionalidad del mismo. Las producciones de anime quedaban relegadas a ser meros productos de entretenimiento mal hechos (y siguen siéndolo muchos de ellos), por el simple hecho de que solo llegaban los comerciales, pornográficos o los que seguían la moda y criterio del público; marginándose claro está, los que realmente experimentaban con el lenguaje, jugaban con la narración, planteaban temas adultos o interesantes, y requerían de una mayor concentración por parte del público.
Y es que la consolidación de Miyazaki es evidente, pero como un buen niño que nunca se cansa de jugar, ha dado el salto definitivo con Howl's Moving Castle (2004), que viendo sus imágenes, podemos afirmar que sirve de resumen de toda su obra, recogiendo elementos visuales de todas sus películas. No es un tópico afirmar que el público siempre espera un poco más de sus obras, y que Miyazaki no defrauda jamás, sobre todo si vemos sus resultados finales. Howl's Moving Castle pertenecerá a esas obras que el público revisará con sumo agrado y nostalgia, por su trascendencia histórica (dentro del mundo del anime y del cine japonés) y por su vuelta a los orígenes.
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