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Atrapado por su Pasado

'Clásico de cine negro'

Creo que el título con el que se estreno la película en nuestro país confunde completamente la esencia de la historia, que tan bien expresa el original “Carlito’s way” (literalmente “El camino de Carlito”).


Creo que el título con el que se estreno la película en nuestro país confunde completamente la esencia de la historia, que tan bien expresa el original “Carlito’s way” (literalmente “El camino de Carlito”). Carlito Brigante (soberbia recreación de Al Pacino) no está atrapado por su pasado. Al contrario, lo que sucede es que no puede escapar de su destino.
Ser preso del pasado implica que el futuro está condicionado por ciertos méritos o deméritos pretéritos, con una presencia de cierta equidad. Por el contrario estar predestinado es innato y en el caso de un final desgraciado conlleva un sabor a fatalidad y un halo de injusticia. Lo dice la voz en off de Carlito, herido de muerte en la primera escena de la película, con los títulos de crédito apareciendo en pantalla, “Me llevan a la funeraria Fernández, entre Hun y la calle 9. Siempre supe que acabaría allí…”. Un arranque demoledor, un disparo de fatalismo antes de empezar, que hace que la mala estrella ya no abandone al espectador en ningún momento.
Con el final de la historia conocido y sabido el destino de Carlito, la narración salta hacia el pasado para contar, en un flash back sin interrupciones, el camino que fatalmente le lleva a la morgue. Como en el más puro cine negro, la voz en off de la víctima explica los acontecimientos. Esta evidente referencia a “El Crepúsculo de los Dioses” (1950) no es la única característica de film-noir de “Carlito’s way”. La realidad es que contiene tantos elementos del citado género, que puede considerarse sin duda parte del mismo: ambiente fatalista, final agridulce, antihéroe protagonista con pasado oscuro, sociedad corrupta y cínica, frontera difusa entre la bondad y la maldad, vida básicamente nocturna, personajes de psicología compleja, etc.
A pesar de ello existe un elemento fundamental en la película que no es tan tópico del cine negro. La protagonista femenina no es la clásica mujer fatal, de irresistible encanto y apariencia inofensiva, que arrastra a los protagonistas a la perdición. En este caso es una especie de ángel de la guarda protector. Gail (encantadora interpretación de Penelope Ann Miller) es una idealista que no se resigna a un destino perdedor y consigue contagiar esa esperanza a Carlito. Todos sus encuentros están cargados de un extraordinario romanticismo y sus conversaciones son puros diálogos de conciencia que cuestionan la moral de Carlito, que en definitiva son los valores de la calle. “No hay espacio en esta ciudad para corazones tan grandes como el suyo” reflexiona él.
Recuerdo pocos personajes de ficción con una ética tan sólidamente interiorizada y tan explícitamente exteriorizada como Carlito. Tiene un sentido de la amistad y de la lealtad muy bien definido y lo sigue aun sabiendo que le lleva directamente a su propio sacrificio. La consciencia del peligro al que se dirige, la obligación moral de seguir las reglas éticas de la calle y el deseo de salvación que le ofrece el amor de Gail mantienen una lucha sin descanso en el alma de Carlito. Al Pacino lo transmite en la pantalla con cada gesto y cada mirada. Su interpretación es perfecta.
Igualmente soberbia es la caracterización del abogado David Kleinfeld por parte de un casi irreconocible Sean Penn. Nervioso, irascible, amoral, hipócrita, corrupto, desleal y traidor, Kleinfeld es amigo de Carlito pero asimétrico a él. Llegarán al mismo destino por caminos opuestos. “Ya no eres un abogado, ahora eres un gangster. Eso no se aprende en la escuela … y no puedes aprenderlo tarde.” le dice Carlito, “Vete a la mierda tu y tu maldito código de las calles. Sólo existe una regla: salva tu propio culo,” le replica Kleinfeld.
Brian De Palma construye con ellos una historia magnífica, rica en emociones y mucho suspense. Las localizaciones y la recreación de la Nueva York de los años 70 son extraordinarias y la banda sonora repleta de éxitos de aquella época invita al viaje al pasado. Algunas escenas son tan emblemáticas, como la larguísima pero fantásticamente narrada persecución en el metro, que han servido de modelo para películas futuras como por ejemplo el clímax de “Collateral” (2004). Otras, como la emocionante escena de las escaleras en la estación “Grand Central” son revisiones de obras anteriores (“Los Intocables de Elliot Ness”, 1987) del propio director. Tanto en éstas como en la fabulosa secuencia del billar, Brian De Palma retarda sensiblemente el tempo de la narración para cargarlas de dramatismo. Gracias a un montaje muy meticuloso logra perfectamente su objetivo sin que se resienta lo más mínimo el ritmo de la película.
Dicho todo lo precedente y encontrándonos ante una obra maestra de cine me gustaría realizar una reivindicación del director. Admirador confeso de Alfred Hitchcock, Brian de Palma ha sido considerado por muchos críticos como un imitador del maestro del suspense. Si repasamos su filmografía encontramos obras tan interesantes (“Carrie (1976)”, “Vestida Para Matar (1980)”, “El Precio del Poder” (1983), “DDoble Cuerpo” (1984), “Los Intocables de Elliot Ness” (1987), “Corazones de Hierro” (1989), “Misión: Imposible” (1996) o “Femme Fatale” (2002)) como para considerarle un alumno aventajado del genial director inglés. Estoy convencido que no está atrapado por este encasillamiento, sino que su camino le llevará a un merecido reconocimiento.

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TXILI

27/09/2010

Valoración

10.00

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